El platillo:
Costilla de res en chile pasado
Al norte de Chihuahua, después de las dunas y los remolinos de polvo, se extienden las calles de Cuidad Juárez. Ahí el calor pesa, incendia el día hasta que llega la noche, y en cualquier matorral crece, asfixiada, la misma hierba desértica que al otro lado de la frontera, en El Paso, Texas.
La gente va y viene de un país a otro, lo ha hecho siempre. Y en esa trashumancia, en esa árida geografía, las distintas generaciones aprendieron a elaborar conservas y secar la carne: porque aquí, bien se sabe, no hay peces que robarle al mar.
El sol hace las veces de horno y deshidrata los alimentos, los chiles. El chilaca, por ejemplo, se tuesta, pela y deja orear bajo la bravura del cielo hasta que se “pasa”, se seca. Con el chile obtenido se elaboran distintos guisos, como la costilla de res en salsa de chile pasado del chef Óscar Herrera.
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En sus restaurantes de Ciudad Juárez —Casa de Huésped y Flor de Nogal—, Herrera rinde homenaje a las tradiciones culinarias del desierto y no se olvida de los productos locales: el sotol es el protagonista de la barra, los quesos son menonitas, las tortillas, de harina.
Y si su costilla de res braseada es tan suave y jugosa como el paladar espera, tan perfecta, es culpa del puré hecho con mantequilla menonita que hay debajo, de las rajas de chile chilaca con queso que la acompañan, o de la salsa de chile pasado que resume, en cada bocado, el acalorado sabor de la frontera.